Cuando un médico habla de anticoncepción
no hay que preguntarse cuánto sabe de
medicina,
sino con qué ideas religiosas,
morales o políticas
se identifica.
ALEX CONFORT
EL ESTUDIO: OBJETIVOS E HIPÓTESIS
El objetivo del estudio fue indagar las opiniones de los ginecólogos/as
y obstetras de los establecimientos públicos de la ciudad
de Buenos Aires y de algunos partidos seleccionados del Gran
Buenos Aires frente a algunos temas centrales de la agenda de la salud
reproductiva: anticoncepción, aborto y derechos sexuales y reproductivos.
Adicionalmente, se exploraron posibles diferencias en las
opiniones de esta comunidad profesional conforme a variables de
perfil sociodemográfico e institucional, como: sexo/género, edad y
ubicación geográfica del hospital.
De este objetivo se desprendieron otros específicos para cada uno
de los temas centrales del estudio.
En relación con la anticoncepción, el estudio se propuso:
1. Determinar el grado de relevancia que otorgan a la anticoncepción
como issue científico, social y profesional y como problema de salud
pública.
2. Describir las opiniones que tienen en relación con la función de las
políticas públicas en el campo de la salud reproductiva y, en particular,
con el rol del hospital público.
3. Conocer el nivel de iniciativa que consideran deben asumir en la
información y prescripción de anticonceptivos.
4. Determinar los criterios y las preferencias en la prescripción de
métodos según la situación diferencial de las pacientes (nulípara/multípara
y adolescente/adulta).
5. Conocer la evaluación que tienen de los servicios de planificación
familiar que funcionan en los hospitales públicos.
Si bien la indagación sobre las opiniones de ginecólogos/as y obstetras
propuesta fue de naturaleza descriptiva, la investigación se apoyó
en algunas hipótesis de trabajo que guiaron el relevamiento y aná-
lisis de la información. Con respecto a la anticoncepción, recogiendo
evidencias de estudios previos (Balán y Ramos, 1989; González, 1995),
el estudio se planteó como hipótesis que los tocoginecólogos/as de establecimientos
públicos otorgan escasa importancia a la prestación anticonceptiva
debido a la inexistencia de incentivos (profesionales y
científicos) y a la primacía de un paradigma curativo que orienta tanto
su formación profesional como sus decisiones asistenciales.
Por definición, la anticoncepción es una práctica preventiva que integra
el espectro de las prestaciones propias de la atención primaria. No obstante, los ginecólogos/as y obstetras, a lo largo de su formación,
son capacitados priorizando y recompensando económica y simbólicamente
las destrezas y los conocimientos destinados a la ejecución
de procedimientos curativos, de cierto nivel de complejidad y
sofisticación tecnológica. Esta tendencia permanece y, a menudo, se
acentúa en las etapas posteriores de su carrera. En esta línea, un reciente
estudio cualitativo en el cual se entrevistó a ginecólogos/as y
obstetras del conurbano bonaerense muestra la demanda –planteada
por los/as profesionales entrevistados– por promover la inclusión de
la regulación de la fecundidad como un tema central en la currícula
de grado y posgrado (López y Findling, 1998). Por otro lado, en los establecimientos
públicos no hay incentivos para que los médicos/as se
sientan estimulados para recomendar métodos ni reglamentaciones
internas claras y explícitas para orientar la asistencia en anticoncepción,
a pesar del marco legal vigente en la ciudad de Buenos Aires.
En relación con el aborto, el estudio se propuso:
1. Determinar el grado de conocimiento que poseen sobre las normas
jurídicas referidas a la
interrupción voluntaria del embarazo y la
trascendencia que otorgan al aborto como problema social y de salud
pública.
2. Conocer sus opiniones sobre las mujeres que abortan y sobre los
médicos/as que realizan abortos clandestinamente, así como su
acuerdo o rechazo a la despenalización del aborto.
3. Conocer la evaluación que tienen con respecto a la atención de las
complicaciones de aborto en los hospitales públicos.
Con respecto al aborto, recogiendo evidencias de otros trabajos similares
anteriores (Ramos y Viladrich, 1993; González, 1995; Zubieta,
1996), el estudio se guió por la siguiente hipótesis de trabajo: el aborto
genera un alto grado de rechazo entre los tocoginecólogos/as de establecimientos
públicos porque la atención de sus complicaciones representa
una situación en la que, en general, se subvierten las expectativas
que orientan la relación entre los médicos/as y los/as pacientes, y
porque, de acuerdo con el perfil y las metas de los servicios, el aborto
es percibido como un problema que desvía recursos asignados a otros
fines y funciones.
Entre las “expectativas institucionalizadas” ligadas al rol del enfermo
(Parsons, 1984) están las de que el individuo no es responsable
de su estado de enfermedad y de que está obligado a buscar ayuda
técnicamente competente y a cooperar con el médico/a. Es probable
que entre los médicos/as predomine la idea de que, con independencia
de sus determinaciones más generales, la interrupción de un embarazo
es, en última instancia, un acto esencialmente deliberado y
consciente, fruto de una voluntad “autónoma”. Además, en vez de
colaborar, en caso de haberse provocado efectivamente un aborto, por
obvias razones, la mujer habitualmente niega sus maniobras abortivas,
provocando así la falta de comunicación de datos certeros y veraces
que se supone un/a paciente debe dar a su médico/a. Por último,
los establecimientos asistenciales en la Argentina carecen de servicios
y de personal preparados para atender este tipo de emergencias. Más
bien, están concebidos y estructurados con otros objetivos (como por
ejemplo atender partos o controlar embarazos) que no contemplan
entre sus fines “naturales” la necesidad de proveer asistencia de
emergencia a mujeres que ingresan a los servicios por complicaciones
de abortos provocados.
Como ya se indicó, la investigación también se propuso indagar
las posibles diferencias por sexo/género en las opiniones de los/as
profesionales alrededor de los temas centrales de la salud reproductiva
seleccionados. En este sentido, se partió de la idea de que, dadas la identidad de género, la comunidad de ciertas experiencias y vivencias
básicas, las tocoginecólogas vis à vis sus colegas varones tendrían una
posición diferente y serían más sensibles y permeables a las necesidades
y demandas explícitas o latentes de las pacientes relativas a la regulación
de la fecundidad y el aborto.
En esta línea, un estudio realizado en nuestro país entre médicos/as
clínicos y generalistas concluyó que existe una diferencia estadísticamente
significativa en el entrenamiento en salud de la mujer
recibido por las médicas mujeres en comparación con el recibido por
los varones, dato que los autores interpretan como una probable mayor
predisposición de las mujeres para asistir a reuniones en las cuales
se tratan problemas relacionados con la salud de las mujeres (Mejía
et al., 2000).
Adicionalmente, diversos estudios internacionales muestran que
dentro de la profesión médica se está desarrollando un importante
fenómeno demográfico: su feminización. En las últimas décadas, la
medicina ha experimentado a escala mundial un sostenido aumento
del contingente femenino (Pizurki et al., 1988). La Argentina sigue esta
misma tendencia: desde la década pasada están matriculadas y se
gradúan más mujeres que hombres en las facultades de Medicina
(Ministerio de Educación y Justicia, 1985).
El impacto de la feminización sobre la medicina es, aún, un interrogante
(Eisemberg, 1989): ¿la entrada de mujeres a la medicina remueve
los criterios, las pautas, los valores, otrora hegemónicamente
masculinos, o las mujeres que entran a la profesión se enfrentan a un
rol cuya rigidez las obliga a homologarse actitudinal y valorativamente
con sus pares varones, de modo de adaptarse? La pregunta cobra
particular relevancia en relación con los ginecólogos/as y obstetras:
“Las potenciales contribuciones que las mujeres pueden hacer a
la práctica de la medicina son especialmente importantes en ginecología
y obstetricia. Las mujeres pueden estar más motivadas a reducir
la tradicional fragmentación de la atención médica de las mujeres, separada
en asistencia obstétrica, planificación familiar, servicios de
aborto y cuidado ginecológico. Las mujeres médicas pueden comunicarse
más plenamente con sus pacientes, y sería deseable que las mujeres
pacientes fueran estimuladas a participar activamente en la toma
de decisiones sobre su tratamiento y cuidado” (Kutner y Brogan,
1990, pág. 104, nuestra traducción).
Autores: SILVINA RAMOS, MÓNICA GOGNA, MÓNICA PETRACCI, MARIANA ROMERO, DALIA SZULIK
Editorial: CEDES (Centro de Estudios de Estado y Sociedad)
Lugar: Buenos Aires, Argentina
ISBN: 950-9572-20-9
• La legalización del aborto en muchos países, y la propaganda a favor de su legalización hace que sea uno de los temas más polémicos en la actualidad. El aborto se define como la expulsión de un feto de su matriz antes de que pueda vivir fuera de la madre (Papalia, Wendkos Olds, & Duskin Feldman, 2009). De acuerdo con (Ray & Carranza, s.f.), el aborto puede ser espontaneo o inducido. El aborto espontaneo por lo general se da por anomalías cromosómicas, y sucede entre la semana 2 y 8, periodo crítico para el embrión. Por su parte, el aborto inducido se da cuando hay una acción externa voluntaria para provocarlo, en este caso, se debe diferenciar 2 tipos de aborto inducido: el indirecto, el cual se da como consecuencia prevista, pero no querida, de atender la salud de la mujer aunque implique la muerte del feto; o directo, el cual busca la expulsión del feto como un fin o como un medio. El aborto inducido directo se puede presentar de 2 formas: Por un lado, los abortos que se provocan por no dejar implantar el embrión en la mucosa uterina o por expulsar al embrión recién implantado; por otro lado, los abortos que se realizan cuando el embrión ya está implantado o cuando ya es un feto de varios centímetros de tamaño. Tanto los abortos espontáneos como inducidos presentan aspectos psicológicos y socioemocionales, pero sólo el aborto inducido presenta aspectos legales y morales, ya que en el aborto espontaneo la culpa no es de nadie. Independientemente de que un aborto haya sido provocado, terapéutico o espontáneo, el hecho de que la mujer experimente una interrupción en su embarazo ya es motivo de dolor para ella, puesto que el embarazo es un proceso que comenzó a gestarse no solo en su cuerpo, sino también en su psiquis, por lo tanto experimentar esa pérdida, indistintamente de las razones, trae repercusiones a nivel físico, psicológico, emocional y socioafectivo para la mujer y muchas veces también para su entorno (Matte, 2012).
ResponderEliminarReferencias
Matte, R. (28 de Marzo de 2012). ¿Cuáles son las consecuencias psicológicas del aborto? Recuperado el 2 de Septiembre de 2016, de www.guioteca.com: https://www.guioteca.com/psicologia-y-tendencias/%C2%BFcuales-son-las-consecuencias-psicologicas-del-aborto/
Papalia, D., Wendkos Olds, S., & Duskin Feldman, R. (2009). Psicología del desarrollo de la infancia y la adolescencia. México: McGRAW-HILL/INTERAMERICANA EDITORES, S.A.
Ray, C., & Carranza, C. (s.f.). ABORTO Y PRINCIPIO DE LA CAUSA DEL DOBLE EFECTO. Recuperado el 7 de Septiembre de 2016, de aica.org: http://aica.org/aica/documentos_files/Otros_Documentos/Aborto_Salud_Reproductiva/2003_Aborto_Doble_Efecto.htm