La
tercera infancia comprende desde los 6 hasta los 11 años de edad. En ella, el
crecimiento, en consideración con las etapas anteriores, se desacelera
notablemente. Aun así, aunque muchas veces no sean evidentes los cambios diarios,
estos se suman para crear una gran diferencia entre los niños de seis años de
edad y los de 11 años de edad. En esta etapa, de acuerdo con (Ogden, Fryar,
Carroll y Flegal, 2004) citado por
(Papalia, et al., 2009), los niños
crecen cerca de 5 a 7.5 cm por año y su peso aumenta a casi el doble. Por su
parte, (Ogden et al., 2004) citado por (Papalia, et al., 2009), menciona que las niñas retienen un poco más de
tejido adiposo que los niños. Al comienzo de esta etapa, los dientes de leche empiezan
a caerse, y son reemplazados por los dientes permanentes a una tasa de cerca de
cuatro dientes por año a lo largo de los próximos cinco años. Mientras, el
desarrollo cerebral durante esta etapa no es tan asombroso como en las etapas
anteriores, pero suceden cambios importantes, dentro de los cuales se destaca la
pérdida en densidad de la materia gris en ciertas regiones de la corteza
cerebral. Este proceso refleja la poda de dendritas no utilizadas, y se
encuentra equilibrado por un continuo aumento en materia blanca en los axones
que transmiten información entre neuronas a regiones distantes del cerebro,
creando conexiones que se ensanchan y mielinizan, empezando por los lóbulos
frontales y moviéndose hacia la parte posterior del cerebro. Un marcado
crecimiento en las conexiones entre los lóbulos temporal y parietal ocurre entre
los seis y 13 años de edad, estas permiten manejar funciones sensoriales, de
lenguaje y de comprensión espacial, lo que aumentan la velocidad y eficiencia
de los procesos cerebrales. Por otra parte, los neurocientíficos miden el
desarrollo cerebral por medio del grosor de la corteza, observando un engrosamiento
cortical entre los 5 y los 11 años de edad en los lóbulos temporal y frontal
que manejan el lenguaje.
En
esta etapa, los niños necesitan comer y dormir el tiempo suficiente y de manera
adecuada para poder sustentar su crecimiento continuo y desarrollo cerebral. Por
lo general, los niños en esta etapa necesitan consumir 2 400 calorías diarias;
más en el caso de niños mayores y menos en el caso de niños más pequeños. Además,
los nutricionistas recomiendan una dieta variada que incluya cantidades
abundantes de granos, frutas y verduras y niveles elevados de carbohidratos
complejos, que se encuentran en las papas, las pastas, el pan y los cereales.
Por otra parte, si se quiere evitar problemas de sobrepeso y cardiacos, los
niños deberían obtener sólo cerca de 30% de sus calorías totales a partir de
las grasas y menos de 10% del total a partir de grasa, y los jugos de frutas y
las bebidas endulzadas deberían limitarse a 236 a 354 ml por día.
En
cuanto a las habilidades motoras, estas continúan mejorando durante la tercera
infancia. A los 6 años de edad, las niñas son mejores en precisión de
movimientos, mientras que los niños son mejores en actos de fuerza menos
complejos, en ambos sexos se les posibilita lanzar objetos, saltar y correr de
manera alternada. A los 7 años de edad pueden mantener el equilibro con un solo
pie y sin mirar, pueden caminar sobre barreras de equilibrio de 5 cm de ancho,
pueden brincar y saltar con precisión en cuadros de tamaño pequeño, pueden
ejecutar ejercicios de saltos abriendo y cerrado brazos y piernas de manera
adecuada. A los 8 años de edad pueden ejercer una presión de 5.4 gramos de
agarre manual, participan en más juegos, pueden brincar rítmicamente en
patrones, las niñas pueden lanzar una pelota pequeña a una distancia de 12
metros. A los 9 años de edad los niños pueden correr una velocidad de 5 m/s,
pueden lanzar una pelota a más de 21 metros. A los 10 años de edad pueden
juzgar e interceptar el camino de pequeñas pelotas lanzadas a cierta distancia,
las niñas pueden correr a una velocidad de 5.18 m/s. a los 11 años de edad pueden
realizar un salto de longitud sin impulso de 1.52 metros en el caso de los
niños y 1.37 metros en el caso de las niñas. Para el buen desarrollo de todas
estas habilidades motrices, es necesario que el niño participe activamente en
juegos y deportes, de manera que estimule continuamente su desarrollo
psicomotriz.
Desde
el enfoque psicométrico, la inteligencia de los niños en esta etapa se puede
medir tanto individual como grupalmente. La prueba individual más utilizada es
la Escala Wechsler de Inteligencia para
Niños (WISC-III). Esta prueba es para niños entre los 6 y 16 años de
edad, mide capacidades verbal y de ejecución. Un ejemplo de prueba grupal
popular es la Otis-Lennon School
Ability Test (OLSAT8), que cuenta con niveles desde jardín de niños
hasta doceavo grado. En esta prueba los niños deben clasificar objetos, evidenciar
una comprensión de conceptos verbales y numéricos, exhibir sus conocimientos
generales y de seguimiento de instrucciones. Dentro de los factores que
influyen en la inteligencia se encuentran los genes y desarrollo cerebral, la
escolaridad, la raza/origen étnico, la cultura. Por otro lado, críticos afirman
que las pruebas subestiman la inteligencia de niños con mala salud o que, por
una razón u otra, no se desempeñan bien en pruebas (Anastasi, 1988; Ceci, 1991;
Sternberg, 2004) citado por (Papalia, et al., 2009). Debido a que las pruebas
tienen límites de tiempo, hacen una equivalencia entre inteligencia y velocidad
y penalizan a los niños que trabajan de manera lenta y deliberada. Se ha
cuestionado su idoneidad para el diagnóstico de incapacidades para el aprendizaje
(Benson, 2003) citado por (Papalia, et al., 2009).
De
igual manera, desde el enfoque piagetiano el niño se encuentra en la etapa de
las operaciones concretas, aquí puede utilizar operaciones mentales para
resolver problemas concretos o tangibles, piensan de manera lógica porque
pueden tomar en cuenta diversos aspectos de una misma situación, sin embargo,
su pensamiento aún se encuentra limitado a situaciones reales en el presente. En
la etapa de las operaciones concretas los niños pueden realizar muchas tareas a
un nivel muy superior al que lo hacían en la etapa preoperacional, debido a su mejor
comprensión de conceptos espaciales y de causalidad, categorización,
razonamiento inductivo y deductivo, conservación y número.
La
comprensión del espacio indica que los niños tienen una idea más clara de la distancia
que existe entre un sitio y otro y el tiempo que tomará recorrerla, recuerdan
con mayor facilidad rutas y puntos de referencia a lo largo del camino. De
igual manera sucede con los juicios en cuanto a causa y efecto. La categorización
ayuda a los niños a pensar de manera lógica. El razonamiento inductivo parte de
una idea particular para explicar o dar una conclusión general, mientras que el razonamiento deductivo se basa de una
afirmación general para llegar a una
idea o conclusión particular. La conservación se refiere a la capacidad de
entender que un cuerpo puede cambiar de forma y tamaño sin necesidad de ganar o
perder parte de su masa. En cuanto a los número y matemáticas, a comienzos de
esta etapa muchos niños pueden contar en la mente, pueden ordenar los números
de menor a mayor y de mayor a menor y aprenden a contar hacia adelante.
De
modo accesorio, en cuanto al razonamiento moral, Piaget decía que los juicios morales
inmaduros se centran sólo en el grado de la ofensa; mientras que los juicios
más maduros toman en cuenta la intención. Asimismo, propuso que el razonamiento
moral se desarrolla en tres etapas, en las cuales los niños avanzan por ellas de
manera gradual a diversas edades. En esta etapa los niños se encuentran en el
segundo nivel de moralidad, caracterizados por una creciente flexibilidad mayor
interacción con otras personas y contacto con diversos puntos de vista, mayor
probabilidad de descartar la idea de que existe una norma única y absoluta de
lo correcto e incorrecto, lo que permite desarrollar un sentido propio de
justicia, basado en la imparcialidad o en el trato equivalente para todos.
Debido a que pueden considerar más de un aspecto en una situación, pueden hacer
juicios morales más sutiles, como tomar en cuenta la intención detrás de los
comportamientos.
Por
otro lado, desde el enfoque del procesamiento de información, a medida que los
niños avanzan en su escolaridad, manifiestan un progreso continuo en su capacidad
para regular y mantener la atención, procesar y retener información, y planear y
supervisar su propio comportamiento. Todos estos sucesos se encuentran
interconectados y son fundamentales para la función ejecutiva, el control consciente
de pensamientos, emociones y acciones para alcanzar metas o solucionar problema.
A medida que sus conocimientos se incrementan, los niños se dan cuenta de los
diferentes tipos de información que son más relevantes de atender y recordar,
de manera que comprenden más acerca de cómo funciona la memoria y este
conocimiento les permite planear y utilizar estrategias o técnicas deliberadas
que los ayuden a recordar.
Por
lo que se refiere a las capacidades de lenguaje, estas siguen aumentando
durante esta etapa. Los niños son más capaces de comprender e interpretar la
comunicación oral y escrita y de darse a entender. En el Vocabulario Gramática
y Sintaxis utilizan verbos más precisos, las palabras pueden tener más de un
significado dependiendo del contexto, utilizan analogías y metáforas, la
estructura de las oraciones se hace más compleja y mejora la sintaxis. En la
pragmática (conocimiento práctico necesario para utilizar el lenguaje con
propósitos comunicativos) incluye habilidades conversacionales y narrativas. En
el alfabetismo (aprender a leer y escribir [lecto-escritura]), una vez que los
niños pueden descifrar las marcas que aparecen en una página en patrones de
sonido y significado, pueden desarrollar estrategias cada vez más sofisticadas
para comprender lo que leen. También aprenden que pueden utilizar la palabra
escrita para expresar ideas, pensamientos y emociones. Los niños pueden
identificar una palabra impresa de dos formas contrastantes. Una se denomina
decodificación: el niño vocaliza los sonidos de la palabra, traduciéndola de
escritura a habla antes de recuperarla de la memoria de largo plazo. A fin de
hacer esto, el niño debe dominar el código fonético que equipara el alfabeto
impreso con los sonidos vocalizados. El segundo método es la recuperación de
ruta visual: el niño sencillamente ve la palabra y entonces la recupera. Se
presenta la metacognición (concienciación de los propios procesos mentales). La
adquisición de las habilidades de escritura está vinculada con el desarrollo de
la lectura. Se le hace más complicado al niño porque debe tener en mente una
variedad de restricciones adicionales: ortografía, puntuación, gramática y
reglas para el uso de mayúsculas, así como la tarea física básica de formar las
letras. En esta etapa el niño debe estar en la escuela recibiendo una variedad
de aprendizaje que le ayuden en su desarrollo del lenguaje.
Cabe
resaltar que la relación con la familia y los estilos de crianza infantil
pueden afectar la motivación. Los padres deben proporcionan un sitio para que
sus hijos estudien y guarden sus libros y materiales; establecer horarios para
comidas, sueño y tareas; supervisar la cantidad de tiempo que sus hijos ven
televisión y lo que hacen después de clases, y mostrar interés en las vidas de
sus hijos hablando con ellos acerca de la escuela y participando en las
actividades escolares. Para el buen aprovechamiento de la escolaridad del niño,
influyen factores como el nivel socioeconómico, padres económicamente seguros y
con altas aspiraciones para sus hijos, padres autoritarios.
Es
importante tener en cuenta que aquellos niños con necesidades especiales
también deben recibir educación. El retraso mental es un funcionamiento
cognitivo significativamente por debajo de la norma. La mayoría de los niños
con retraso se pueden beneficiar de la escolarización y programas de
intervención. En cuanto a las incapacidades
para el aprendizaje se encuentra la dislexia cómo la más comúnmente
diagnosticada entre un gran número de incapacidades para el aprendizaje. Estos
trastornos afectan aspectos específicos del aprovechamiento escolar, como la comprensión
auditiva, el habla, la lectura, la escritura o matemáticas, lo que ocasiona un
desempeño notablemente inferior al que se esperaría en dicha edad, inteligencia
y nivel de escolaridad del niño. A menudo, estos niños tienen una inteligencia
cercana o superior al promedio, y vista y audición normal, pero parecen tener
problemas con el procesamiento de información sensorial. Aunque las causas son
inciertas, uno de los factores es el genético, mientras que los factores
ambientales pueden implicar complicaciones del embarazo o parto, lesiones después
del nacimiento, privación nutricional y exposición al plomo. Estos niños se
encuentran menos orientados a las actividades y se distraen con mayor facilidad
que los demás niños; son menos organizados como estudiantes y tienen menores probabilidades
de utilizar estrategias mnemotécnicas. Por su parte el trastorno por déficit de
atención con hiperactividad se ha identificado como el trastorno mental más
común de la infancia. Es un padecimiento
crónico comúnmente marcado por la falta de atención persistente,
distractibilidad, impulsividad, baja tolerancia a la frustración y grandes
cantidades de actividad en el momento y lugar inadecuados, como dentro del
salón de clases.
Referencias
Papalia, D., Wendkos Olds, S., & Duskin Feldman, R.
(2009). Psicología del desarrollo de la infancia y la adolescencia. México:
McGRAW-HILL/INTERAMERICANA EDITORES, S.A.
El desarrollo cognitivo y físico en esta etapa se encuentra en un periodo crucial; a pesar de que los cambios o el crecimiento que se da en esta etapa no son tan rapidos y notorios como los que se daban en la etapa anterior (la cual abarca entre los 3 y los 6 años de edad) los cambios que se presentan entre los (6 y los 12 años de edad) son sumamente importantes para la adaptación del infante al medio, debido a que como sus habilidades cognitivas crecen y sus habilidades psicomotrices se incrementan (debido al crecimiento del tejido cerebral y las extremidades), logran ser mas independientes en algunos aspectos (no en todos debido a que no cuentan con una madurez cognitiva "completa"). Autores tales como Piaget o Erickson proponen teorías que intentan explicar el porque del comportamiento de los infantes en esta etapa y postulan ciertas características básicas que deben ser tomadas en cuenta al hablar del desarrollo psicomotriz y cognitivo del infante.
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